En los años 40 el país se veía sumido en una intensa crisis. El fin de la Guerra Civil había instalado una acentuada falta de combustibles que se intensificó con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Esto decantó en medidas de prohibición de la circulación de automóviles en determinados días de la semana con el fin de medir los consumos. Frente a lo que acontecía, la innovación venció a la crisis.
Francisco Domínguez-Adame Romero, doctor en Ingeniería Industrial y catedrático de Hidráulica y Motores Térmicos, comenzó a trabajar con la idea de fabricar su propio coche eléctrico. Con el objetivo de moverse de un punto al otro sin tener que alinearse a las limitaciones de la época, dio pie a la tendencia española de la electromovilidad.
Cabe recordar que en otros puntos del mundo esto ya estaba comenzando a ocurrir, pero este hito se debe a lo local. El primer intento de Domínguez fue la conversión de un Fiat 508 (Balilla), y no fue una tarea fácil. Se encontró con diversos problemas a la hora de trabajar sobre el embrague, la caja de velocidades, la transmisión y el diferencial.
El proyecto fue dejado a un lado, y se dedicó a un prototipo desde cero. Diseñó las partes, pensó en las baterías que utilizará, se lanzó a las pruebas y todo esto desde el sótano de su casa.
Vale destacar que Domínguez-Adame Romero no fue un pionero. Estas innovaciones comenzaron a aparecer alrededor del 1838, e incluso en España hubo algunos presentados en 1889.
Finalmente, el coche se llamaba DAR, y tardó unos cinco meses en ser completamente construido.
De la mano del ingeniero y su familia y en el barrio del Porvenir de Sevilla cortaron las primeras chapas para darle forma al chasis, el cual era tubular y de 9 centímetros de diámetro.
En un chatarrero de la ciudad consiguió cuatro discos de ruedas de 16 pulgadas de un Opel, y su hermano le regalo los neumáticos de su Renault Monaquatre.
Los frenos fueron de su autoría y el ensamblaje final fue realizado en la Escuela de Peritos Industriales donde trabajaba dando clases.
¿El resultado? Francisco Domínguez-Adame Romero acabó su trabajo con el Dar, un coche realizado completamente de chapa soldada, sin ninguna pieza de madera. Contaba con una forma similar a la de un escarabajo de Volkswagen, parabrisas fijo, puertas con cristales elevadores, y asientos forrados en color rojo inglés.
La matriculación fue lo que le dio nombre, ya que las autoridades en su momento le exigían que cuente con una marca comercial. Es así que, haciendo honor a las iniciales de su apellido, lo apodo DAR: Domínguez-Adame Romero.
Al parecer, los tiempos de crisis e inestabilidad en torno a los carburantes fueron el motivo por el cual la electromovilidad fue tomando fuerza.
Hoy por hoy Europa se encuentra sometido a un contexto marcado por la invasión rusa a Ucrania, la subida constante de los costes de la energía eléctrica, el gas y los combustibles fósiles.
En este marco, se ha dado un punto final de los coches a combustión de cara al 2035, y a su vez, esto ha permitido que los segmentos electrificados comiencen poco a poco a popularizarse. Es así, que tomando el caso puntual de España, puede hablarse de la popularidad del Citroën ë-C4.
Hoy en día, se trata de uno de los últimos modelos fabricado en la planta de Stellantis en Villaverde. Es el más vendido del mercado español, con 165 unidades matriculadas solo en julio, y el tercero más vendido en el año, con 1.000 entregas en lo que lleva este 2022.
El proceso de fabricación hoy en día es muy distinto al que debió aplicar Francisco Domínguez-Adame Romero en la década del 40.
La planta de Stellantis es una de las más modernas del país e inicia la línea de montaje en una de las tantas naves que se encuentra en sus 80.000 metros cuadrados de áreas de logística, chapa, montaje y mecánica, pintura y calidad.
La primera etapa del proceso se da en la zona logística, por donde pasan 65 camiones cada día para abastecer con 440.000 piezas a la fábrica. Luego el coche va a la zona de chapa, donde la tasa de automatización es del 100% gracias a 339 robots y 7 cobots que tienen la tarea de dar forma a la carrocería. A diferencia del sótano de Sevilla, aquí no se necesitan personas que le den forma al producto final.
La pintura queda a cargo de otros pintura 22 robots que cuentan con siete colores diferentes para cada automóvil eléctrico. Finalmente, en la zona de montaje se instala el interior, los asientos, software y las especificaciones requeridas por cada cliente. Se coloca el motor y se podría decir que el coche estaría listo para salir a las calles, pero no.
Una vez concluidas estas tareas, se lo somete a una serie de pruebas que chequean aproximadamente 1.200 características, con 40 minutos de controles de aspecto y 10 minutos de control dinámico en bancos de potencia.
Ahora si, el Citroën ë-C4 puede ser entregado a su nuevo propietario, luego de un proceso muy alejado al artesanal que debió realizar Domínguez-Adame Romero en 1946.